Omar Jayyam nació en Nishapur, Persia, hacia el año 1040 de la era cristiana, y vivió cerca de ochenta años.
Libertino, sibarita, ácido, místico y profeta, estudió Matemáticas y Astronomía, reformó el calendario musulmán, cultivó el Derecho y las Ciencias Naturales, pero todo le resultó insuficiente a la hora de resolver el misterio del Universo, las pasiones humanas y la existencia misma.
Se destacó en el plano de las letras por sus famosas «Rubayyat», que constituyen una alabanza al brindis, una enorme plegaria fragmentada en estrofas que remiten a la celebración del vino y del goce del instante frente a la finitud de la vida
Descubrí Rubayyat hace dos años gracias a un regalo/préstamo de un buen amigo. Una lectura poco profunda nos puede hacer pensar que el Rubuyyat es una sucesión de cantos báquicos, amorosos y, quizá, desenfrenadamente nihilistas. En cambio, nos encontramos una obra de sorprendente belleza cargada de erotismo y sensualidad y mezclada con un buen vino.
Jayyam quiere convencer al hombre de que está equivocado y lo invita a que se desnude de dogmas y doctrinas para que aproveche de los valores tangibles de la naturaleza. Su obra contiene un profundo sentido humano que canta los deleites del amor y los goces de la vida que con las transposiciones de amargura y optimismo, conforman el carácter del individuo acentuado en su realidad.
Libertino, sibarita, ácido, místico y profeta, estudió Matemáticas y Astronomía, reformó el calendario musulmán, cultivó el Derecho y las Ciencias Naturales, pero todo le resultó insuficiente a la hora de resolver el misterio del Universo, las pasiones humanas y la existencia misma.
Se destacó en el plano de las letras por sus famosas «Rubayyat», que constituyen una alabanza al brindis, una enorme plegaria fragmentada en estrofas que remiten a la celebración del vino y del goce del instante frente a la finitud de la vida
Descubrí Rubayyat hace dos años gracias a un regalo/préstamo de un buen amigo. Una lectura poco profunda nos puede hacer pensar que el Rubuyyat es una sucesión de cantos báquicos, amorosos y, quizá, desenfrenadamente nihilistas. En cambio, nos encontramos una obra de sorprendente belleza cargada de erotismo y sensualidad y mezclada con un buen vino.
Jayyam quiere convencer al hombre de que está equivocado y lo invita a que se desnude de dogmas y doctrinas para que aproveche de los valores tangibles de la naturaleza. Su obra contiene un profundo sentido humano que canta los deleites del amor y los goces de la vida que con las transposiciones de amargura y optimismo, conforman el carácter del individuo acentuado en su realidad.
"Cuando estoy contigo, nuestro amor
no me deja dormir.
Lejos de ti, las lágrimas no me dejan dormir.
¡Dios, es asombroso pasar ambas noches en vela,
pero qué diferentes son los despertares! "
Rubaiyat 36
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